A medida que aumentan las necesidades especiales, disminuye la disponibilidad de familias que a priori parecen idóneas para adoptar estos niños.
La adopción de menores con características especiales, supone un mayor reto a la hora de establecer vínculos afectivos por parte de los padres y del menor y en la construcción de la identidad de este. Por lo que el proceso de adaptación familiar va a ser más complejo en las adopciones especiales que en las adopciones normales.
Estas condiciones especiales llevan también a que exista un mayor riesgo de abandono por parte de las familias, algunos estudios ponen de manifiesto que las tasas de ruptura en el acogimiento de niños con estas características especiales suele superar el 10% e incluso alcanzar el 50 % del total, y que el mayor número de fracasos se da en los primeros 12 meses tras la incorporación del niño a la familia.
El hecho de que se produzcan rupturas en el proceso de adopción, puede implicar que el menor se vea obligado a pasar por varias familias sin tener éxito en el proceso de adaptación. Esto lleva a que el menor viva en una amenaza constante de pérdida, dándose un rechazo a la posibilidad de establecer un vínculo afectivo como defensa ante esta amenaza de pérdida. Además, estas rupturas vienen a confirmar su idea de no ser suficientes para ser queridos, por lo que el problema se agrava aún más.
Las dificultades por las que parecen darse estas rupturas en los procesos de adopción, se refieren sobre todo a problemas de vinculación afectiva y problemas en la construcción de la identidad personal.
Otros de los problemas frecuentes en este tipo de adopciones son: la satisfacción percibida por parte de la familia adoptiva, que según diferentes estudios, es significativamente más baja en las adopciones especiales que en las adopciones normales y el estrés percibido durante los primeros meses de la adopción, más alto en adopciones especiales.
Este estrés percibido aumenta más aún en adopciones de niños con discapacidades intelectuales, aunque este incremento no parece que sea un riesgo para que se den rupturas y problemas en los procesos de adopción, ya que existe menor porcentaje en rupturas de familias que han adoptado niños con discapacidad intelectual que en familias que han adoptado menores con otros tipos de dificultades (problemas físicos, niños mayores de 6 años, hermanos, etc). Sin embargo, parece que la satisfacción percibida, sí es una variable de protección para que la adopción se desarrolle con éxito, ya que existe un alto porcentaje de madres que han adoptado menores con discapacidad intelectual, que verbalizan estar satisfechas con el proceso de adopción y que éste ha superado sus expectativas.
No obstante estos datos favorables chocan con el escaso número de familias que están dispuestas a adoptar a menores con estas dificultades.
Esta diferencia entre las adopciones de menores con deficiencia intelectual y las adopciones con otro tipo de necesidades especiales, nos lleva a plantearnos que no todas las adopciones especiales llevan el mismo proceso de adaptación y que en cada una de ellas están implicadas diferentes variables a las que habrá que atender de una forma específica para evitar que se produzcan rupturas familiares y prevenir futuros problemas en la adaptación familiar.
En relación a la edad del menor adoptado, una de las variables que más se ha tenido en cuenta a la hora de realizar investigaciones, ésta has estado asociada con una adaptación más problemática del menor a la familia, existiendo una relación significativa entre la edad de llegada del niño al hogar y la percepción de dificultades de adaptación por parte de los padres.
Sin embargo, los problemas de adaptación en el menor no se dan por la variable edad en sí, tomando la edad de 6 años como adopción especial, sino debido a la acumulación de experiencias negativas de rechazo y negligencia durante períodos largos de tiempo. Por lo tanto una edad temprana no asegura un éxito en la adopción, en cambio sí puede hacerlo una menor exposición a la adversidad.
En relación a la raza del menor adoptado, no se ha relacionado de manera significativa con la adaptación del menor a la familia, ya que en general, los niños con raza diferentes suelen mostrar un nivel de adaptación similar que el del resto de los adoptados. No obstante, las investigaciones sostienen que la adopción de menores con rasgos fenotípicos diferentes, suponen retos como la integración social del menor y la construcción de la identidad, por lo que sí presentan mayores dificultades en la adaptación social y familiar que las adopciones normales.
Por último adoptar a dos o más hermanos biológicos juntos, es considerado como una adopción especial, pero no se puede contemplar sólo la variable hermanos biológicos, ya que la adaptación a la nueva familia dependerá de otros factores. Diversos estudios aseguran que la adopción de hermanos biológicos es un factor de protección para los menores, siempre y cuando los padres no lo vivan como una fuente de estrés. Por otro lado, la adaptación de un niño adoptado en una familia con otros hijos biológicos supone una dificultad añadida para la construcción de la identidad, sin embargo, si la adopción es de dos o más hermanos, ésta también será una variable de protección para la adaptación familiar, los problemas emocionales y afectivos y las dificultades en la construcción de la identidad.
Con todo esto, parece necesario trabajar las expectativas de los padres en fases preadoptivas, informar lo más exhaustivamente posible de las dificultades del menor adoptado y de las consecuencias futuras y proporcionar información y formación sobre el desarrollo del vínculo afectivo en el menor y sobre la construcción de la identidad.
La adopción de menores con características especiales, supone un mayor reto a la hora de establecer vínculos afectivos por parte de los padres y del menor y en la construcción de la identidad de este. Por lo que el proceso de adaptación familiar va a ser más complejo en las adopciones especiales que en las adopciones normales.
Estas condiciones especiales llevan también a que exista un mayor riesgo de abandono por parte de las familias, algunos estudios ponen de manifiesto que las tasas de ruptura en el acogimiento de niños con estas características especiales suele superar el 10% e incluso alcanzar el 50 % del total, y que el mayor número de fracasos se da en los primeros 12 meses tras la incorporación del niño a la familia.
El hecho de que se produzcan rupturas en el proceso de adopción, puede implicar que el menor se vea obligado a pasar por varias familias sin tener éxito en el proceso de adaptación. Esto lleva a que el menor viva en una amenaza constante de pérdida, dándose un rechazo a la posibilidad de establecer un vínculo afectivo como defensa ante esta amenaza de pérdida. Además, estas rupturas vienen a confirmar su idea de no ser suficientes para ser queridos, por lo que el problema se agrava aún más.
Las dificultades por las que parecen darse estas rupturas en los procesos de adopción, se refieren sobre todo a problemas de vinculación afectiva y problemas en la construcción de la identidad personal.
Otros de los problemas frecuentes en este tipo de adopciones son: la satisfacción percibida por parte de la familia adoptiva, que según diferentes estudios, es significativamente más baja en las adopciones especiales que en las adopciones normales y el estrés percibido durante los primeros meses de la adopción, más alto en adopciones especiales.
Este estrés percibido aumenta más aún en adopciones de niños con discapacidades intelectuales, aunque este incremento no parece que sea un riesgo para que se den rupturas y problemas en los procesos de adopción, ya que existe menor porcentaje en rupturas de familias que han adoptado niños con discapacidad intelectual que en familias que han adoptado menores con otros tipos de dificultades (problemas físicos, niños mayores de 6 años, hermanos, etc). Sin embargo, parece que la satisfacción percibida, sí es una variable de protección para que la adopción se desarrolle con éxito, ya que existe un alto porcentaje de madres que han adoptado menores con discapacidad intelectual, que verbalizan estar satisfechas con el proceso de adopción y que éste ha superado sus expectativas.
No obstante estos datos favorables chocan con el escaso número de familias que están dispuestas a adoptar a menores con estas dificultades.
Esta diferencia entre las adopciones de menores con deficiencia intelectual y las adopciones con otro tipo de necesidades especiales, nos lleva a plantearnos que no todas las adopciones especiales llevan el mismo proceso de adaptación y que en cada una de ellas están implicadas diferentes variables a las que habrá que atender de una forma específica para evitar que se produzcan rupturas familiares y prevenir futuros problemas en la adaptación familiar.
En relación a la edad del menor adoptado, una de las variables que más se ha tenido en cuenta a la hora de realizar investigaciones, ésta has estado asociada con una adaptación más problemática del menor a la familia, existiendo una relación significativa entre la edad de llegada del niño al hogar y la percepción de dificultades de adaptación por parte de los padres.
Sin embargo, los problemas de adaptación en el menor no se dan por la variable edad en sí, tomando la edad de 6 años como adopción especial, sino debido a la acumulación de experiencias negativas de rechazo y negligencia durante períodos largos de tiempo. Por lo tanto una edad temprana no asegura un éxito en la adopción, en cambio sí puede hacerlo una menor exposición a la adversidad.
En relación a la raza del menor adoptado, no se ha relacionado de manera significativa con la adaptación del menor a la familia, ya que en general, los niños con raza diferentes suelen mostrar un nivel de adaptación similar que el del resto de los adoptados. No obstante, las investigaciones sostienen que la adopción de menores con rasgos fenotípicos diferentes, suponen retos como la integración social del menor y la construcción de la identidad, por lo que sí presentan mayores dificultades en la adaptación social y familiar que las adopciones normales.
Por último adoptar a dos o más hermanos biológicos juntos, es considerado como una adopción especial, pero no se puede contemplar sólo la variable hermanos biológicos, ya que la adaptación a la nueva familia dependerá de otros factores. Diversos estudios aseguran que la adopción de hermanos biológicos es un factor de protección para los menores, siempre y cuando los padres no lo vivan como una fuente de estrés. Por otro lado, la adaptación de un niño adoptado en una familia con otros hijos biológicos supone una dificultad añadida para la construcción de la identidad, sin embargo, si la adopción es de dos o más hermanos, ésta también será una variable de protección para la adaptación familiar, los problemas emocionales y afectivos y las dificultades en la construcción de la identidad.
Con todo esto, parece necesario trabajar las expectativas de los padres en fases preadoptivas, informar lo más exhaustivamente posible de las dificultades del menor adoptado y de las consecuencias futuras y proporcionar información y formación sobre el desarrollo del vínculo afectivo en el menor y sobre la construcción de la identidad.