Muy interesante
A todo el mundo pregunto..., He terminado de leer "La cena" y necesito compartir. Uf... me ha dejado una sensación de malestar y de inquietud, me ha gustado, creo, aunque no se… Un libro ácido, cruel y con unos personajes habitados por rincones complejos, que parecen lo que no son. He estado leyendo críticas de otros lectores acerca del libro y me parecen muy interesantes, creo que es un libro que genera emociones muy negativas, que despierta agresividad en el lector y que te deja con bastantes temas pendientes por digerir… y de ahí el reproche al autor por dejarte en ese vacío que te da el reflejo de las identificaciones, en ocasiones, tan despreciables. Animo a leerlo, a enfrentarse con la violencia, violencia en principio adolescente, pero que no es más que una violencia social, una sociedad con una envoltura de apariencias y de fondo agresivo. Creo que el juego de hijo adoptado e hijo biológico, es brutal, muy duro y cruel. Parece que la primera pregunta que genera su lectura es ¿hasta dónde pueden llegar unos padres por proteger a su hijo?, yo iría un paso atrás y me pregunto ¿hasta dónde puede llegar el deseo de una mujer por ser madre? ¿Y cómo ese deseo a veces individual y egoísta, se esconde en un amor incondicional, que justifica los actos más aberrantes? ¿Son víctimas los padres de la conducta del hijo, o es el hijo víctima del deseo del padre? Interesante también como presenta la habitual discusión del determinismo genético y lo aprendido, creo que en este caso la frase “La herencia no es más que ambiente almacenado” de Luther Burbank, podría ajustarse bastante bien. Un libro que no deja indiferente, buena opción para el verano. María Mansilla Hace unos días salía en el periódico “El País” un artículo titulado “La huella del orfanato en los niños adoptados”. Esta noticia muestra el aumento del interés general por la situación de los niños institucionalizados y sus consecuencias en el desarrollo a medio y largo plazo, siendo esta, una situación frágil que afectará el desarrollo psicosocial del niño. De esta manera, una buena institución puede significar un desarrollo sano, y una institución con cuidado más precario, un desarrollo menos sano. Uno de los principales factores que hay que tener en cuenta, tanto en el desarrollo de niños institucionalizados, como en el de niños no institucionalizados, es el apego, vínculo afectivo entre cuidador y niño que se basa en la disponibilidad emocional del cuidador hacia el niño (Bowlby, 1973). De esta manera, en un estudio llevado a cabo por la Universidad CEU San Pablo y la Universidad Complutense de Madrid, investigamos la relación que existía entre la seguridad del apego y el desarrollo de dificultades (hiperactividad, dificultades emocionales, problemas de conducta y problemas con sus iguales) y de conducta pro social (conductas de ayuda, cooperación y solidaridad) en un grupo de niños institucionalizados de la casa de acogida Cielo133, en Etiopía, comparado posteriormente con un grupo de niños no institucionalizados en España. Los resultados de este estudio, que en breve serán publicados, mostraron, que la seguridad del apego está relacionada tanto con las dificultades como con la conducta pro social, relacionándose altas puntuaciones en seguridad del apego con altas puntuaciones en conducta pro social, y con bajas puntuaciones en dificultades. Se puede destacar como resultados relevantes, que el tiempo de institucionalización afectó a la conducta pro social de forma negativa, pero no existió relación con una disminución del apego seguro ni con la aparición de dificultades. Además, en la posterior comparación entre ambos grupos, no hubo diferencias estadísticamente significativas, ni en dificultades, ni en conducta pro social, ni en la seguridad del apego. Así, se puede destacar que, aunque la institucionalización no se presenta como la situación idónea de desarrollo de un niño, quizás un cuidado institucionalizado de calidad donde se cubran las necesidades afectivas del niño, funcione como factor protector para la aparición de posibles dificultades. Muestra de ello, son los resultados obtenidos, donde posiblemente una atención emocional de calidad a los niños de la casa de acogida Cielo133, haya conseguido que los niños desarrollen una seguridad del apego más que suficiente para un desarrollo sano. No obstante esta institucionalización parece que si afecta a la conducta pro social, lo que nos indica que además de una atención segura y disponible otros factores influyen en esta conducta pro social. Por ello, es importante seguir investigando sobre los factores que afectan a esta disminución de la conducta prosocial y más importante si cabe, incidir en modelos de aprendizaje prosociales y cooperativos en las casas de acogida y en programas de postadopción. Cristóbal Olaya Meza Después de ver el domingo el programa Página 2 donde hablaron de Ian Mcewan y de novelas de adolescentes, no podía dejar de escribir sobre “El señor de las moscas” y su edición ilustrada por Jorge González, con el epílogo de un excelente Ian Mcewan,
“El señor de las moscas”, es sin duda, uno de mis libros favoritos e imagino que como de muchos, uno de mis primeros libros para adultos. Ian Mcewan nos acerca su lectura desde el niño de 13 años que fue y de sus años en aquel internado de Inglaterra, “Me encontraba con las situaciones que poblaban mi imaginación y mis lecturas infantiles preferidas. Durante años había fantaseado con que, oportunamente y de manera indolora (no quería en absoluto que sufrieran), los adultos se esfumaban lo que nos obligaba a mí y a un puñado de amigos de lo más capaces a superar peligros sin que nunca se nos llamara a merendar.” ¿Quién no ha fantaseado siendo niño no necesitar adulto alguno? ¿Quién no siendo niño ha sentido que él era el adulto? ¿Y quién no fantasea siendo adulto con liberarse de todo orden y control interno establecido? “El señor de las moscas”, es un libro que pertenece a cada época de su lectura y a cada conflicto social y personal de quien lee, un libro de recorrido simbólico en cada uno de sus personajes. Si escogemos este recorrido para viajar a través de la adolescencia, William Golding nos muestra el desencuentro del joven, el paso del niño a adolescente, y con ello, la asunción de la propia subjetividad. Subjetividad que se caracteriza por la emancipación de las normas y valores parentales y su resignificación en otros senderos de la ley convirtiéndolos en propios. “El señor de las moscas” un libro para entender la frágil construcción de la subjetividad en el adolescente y como a veces, se torna en frustración, quedándose en el “todo o nada” y generándose una agresividad contra sí mismo y contra los demás que permite al adolescente construir una imagen de sí mismo fuerte y así reparar la imagen débil internalizada del otro. “Abro los ojos y no sé dónde estoy, ni quién soy” Así comienza uno de los mejores libros que he leído en los últimos meses. J. R. Moehringer, premio Pulitzer, comparte de manera brillante, la conmovedora vida de André Agassi, repleta de contradicciones, rebeldía y de una angustiante búsqueda de identidad constantemente arrebatada. “No soy mi ropa, y, sin duda alguna, no soy mi juego. No soy nada de lo que el público cree que soy”. Más que recomendable su lectura, por la desnudez sin prejuicios con que nos muestra lo difícil que es construirse a sí mismo, intentando calmar las voces internas que le atormentan y que le devuelven una y otra vez una imagen propia de miedo, rabia y frustración. Recomendable por la furia, el desafío y la provocación con la que revela su adolescencia y que nos autoriza como adultos y nos da la oportunidad como psicólogos, de mirar más allá de la imagen, del cuerpo y de las palabras adolescentes y descubrir una historia que duele y atormenta, donde el cuerpo es el único que puede gritar. “Me he rapado, me he dejado crecer las uñas, me he perforado el cuerpo, me he saltado las reglas, no he respetado las horas de llegada, he interrumpido en clase, he consumido litros y litros de whisky (…) ¿Qué rebelión me queda ya? ¿Qué nuevo pecado puedo cometer para demostrarle al mundo que no soy feliz y que quiero volver a casa?” Recomendable por la ternura del niño, la rabia del adolescente y el dolor del adulto, que se hablan tan de cerca que a veces no se diferencian. María Mansilla A medida que aumentan las necesidades especiales, disminuye la disponibilidad de familias que a priori parecen idóneas para adoptar estos niños. La adopción de menores con características especiales, supone un mayor reto a la hora de establecer vínculos afectivos por parte de los padres y del menor y en la construcción de la identidad de este. Por lo que el proceso de adaptación familiar va a ser más complejo en las adopciones especiales que en las adopciones normales. Estas condiciones especiales llevan también a que exista un mayor riesgo de abandono por parte de las familias, algunos estudios ponen de manifiesto que las tasas de ruptura en el acogimiento de niños con estas características especiales suele superar el 10% e incluso alcanzar el 50 % del total, y que el mayor número de fracasos se da en los primeros 12 meses tras la incorporación del niño a la familia. El hecho de que se produzcan rupturas en el proceso de adopción, puede implicar que el menor se vea obligado a pasar por varias familias sin tener éxito en el proceso de adaptación. Esto lleva a que el menor viva en una amenaza constante de pérdida, dándose un rechazo a la posibilidad de establecer un vínculo afectivo como defensa ante esta amenaza de pérdida. Además, estas rupturas vienen a confirmar su idea de no ser suficientes para ser queridos, por lo que el problema se agrava aún más. Las dificultades por las que parecen darse estas rupturas en los procesos de adopción, se refieren sobre todo a problemas de vinculación afectiva y problemas en la construcción de la identidad personal. Otros de los problemas frecuentes en este tipo de adopciones son: la satisfacción percibida por parte de la familia adoptiva, que según diferentes estudios, es significativamente más baja en las adopciones especiales que en las adopciones normales y el estrés percibido durante los primeros meses de la adopción, más alto en adopciones especiales. Este estrés percibido aumenta más aún en adopciones de niños con discapacidades intelectuales, aunque este incremento no parece que sea un riesgo para que se den rupturas y problemas en los procesos de adopción, ya que existe menor porcentaje en rupturas de familias que han adoptado niños con discapacidad intelectual que en familias que han adoptado menores con otros tipos de dificultades (problemas físicos, niños mayores de 6 años, hermanos, etc). Sin embargo, parece que la satisfacción percibida, sí es una variable de protección para que la adopción se desarrolle con éxito, ya que existe un alto porcentaje de madres que han adoptado menores con discapacidad intelectual, que verbalizan estar satisfechas con el proceso de adopción y que éste ha superado sus expectativas. No obstante estos datos favorables chocan con el escaso número de familias que están dispuestas a adoptar a menores con estas dificultades. Esta diferencia entre las adopciones de menores con deficiencia intelectual y las adopciones con otro tipo de necesidades especiales, nos lleva a plantearnos que no todas las adopciones especiales llevan el mismo proceso de adaptación y que en cada una de ellas están implicadas diferentes variables a las que habrá que atender de una forma específica para evitar que se produzcan rupturas familiares y prevenir futuros problemas en la adaptación familiar. En relación a la edad del menor adoptado, una de las variables que más se ha tenido en cuenta a la hora de realizar investigaciones, ésta has estado asociada con una adaptación más problemática del menor a la familia, existiendo una relación significativa entre la edad de llegada del niño al hogar y la percepción de dificultades de adaptación por parte de los padres. Sin embargo, los problemas de adaptación en el menor no se dan por la variable edad en sí, tomando la edad de 6 años como adopción especial, sino debido a la acumulación de experiencias negativas de rechazo y negligencia durante períodos largos de tiempo. Por lo tanto una edad temprana no asegura un éxito en la adopción, en cambio sí puede hacerlo una menor exposición a la adversidad. En relación a la raza del menor adoptado, no se ha relacionado de manera significativa con la adaptación del menor a la familia, ya que en general, los niños con raza diferentes suelen mostrar un nivel de adaptación similar que el del resto de los adoptados. No obstante, las investigaciones sostienen que la adopción de menores con rasgos fenotípicos diferentes, suponen retos como la integración social del menor y la construcción de la identidad, por lo que sí presentan mayores dificultades en la adaptación social y familiar que las adopciones normales. Por último adoptar a dos o más hermanos biológicos juntos, es considerado como una adopción especial, pero no se puede contemplar sólo la variable hermanos biológicos, ya que la adaptación a la nueva familia dependerá de otros factores. Diversos estudios aseguran que la adopción de hermanos biológicos es un factor de protección para los menores, siempre y cuando los padres no lo vivan como una fuente de estrés. Por otro lado, la adaptación de un niño adoptado en una familia con otros hijos biológicos supone una dificultad añadida para la construcción de la identidad, sin embargo, si la adopción es de dos o más hermanos, ésta también será una variable de protección para la adaptación familiar, los problemas emocionales y afectivos y las dificultades en la construcción de la identidad. Con todo esto, parece necesario trabajar las expectativas de los padres en fases preadoptivas, informar lo más exhaustivamente posible de las dificultades del menor adoptado y de las consecuencias futuras y proporcionar información y formación sobre el desarrollo del vínculo afectivo en el menor y sobre la construcción de la identidad. La propuesta de una nueva normativa de infancia, que permitirá establecer un periodo de convivencia con una familia idónea antes de la adopción para evitar que pasen por un centro de acogida, apoya lo que vienen apuntando las investigaciones sobre adopción. Las relaciones de apego entre cuidador y niño en los primeros años del desarrollo, son esenciales para el posterior desarrollo en la vida del niño y para el establecimiento de relaciones futuras. Además, la disponibilidad del cuidador, percibida por el niño, lleva a la construcción de un apego seguro. Así, Fonagy (1999) apunta que los niños con apego seguro son evaluados con mayor capacidad de resistencia, autoconfiados, orientados socialmente, empáticos con el malestar y con relaciones más profundas. Por lo tanto, aquellas situaciones que no garanticen una adecuada relación de apego pueden conllevar un apego inseguro, entre estas se encuentran, situaciones de: 1) abandono, 2) institucionalización y 3) malos tratos. Las investigaciones (Howe, 2005; Zeanah, Smyke, y Dumitrescu, 2005; Zeanah, Smyke, Koga, Carlson, 2006) realizadas respecto a estas diferentes situaciones, corroboraron en primer lugar, que la institucionalización de los niños tenía como consecuencia, en muchas ocasiones, el desarrollo de un apego desorganizado y en segundo lugar, que los malos tratos además de afectar negativamente al niño en su desarrollo emocional, cognitivo y social, también tenían como consecuencia el desarrollo de un apego desorganizado. Estas situaciones, en numerosas ocasiones están presentes en la historia vital de los niños adoptados, de ahí la importancia de revisar las recientes investigaciones sobre el desarrollo del apego en niños adoptados. En primer lugar, las investigaciones centradas en los cambios que se producen en las conductas de apego tras la adopción, han aportado evidencia, en primer lugar, sobre los beneficios que la adopción implica para el desarrollo del niño. A pesar de la continuidad a lo largo del tiempo de los estilos de apego, los padres adoptivos realizan una función reparadora, pudiendo establecer nuevos estilos de apego seguros (Fraley, 2002; Juffer, Ijzendoorn, Marinus y Palacios, 2011; Reinoso y Forns, 2011; Román 2010). En segundo lugar, algunas investigaciones concluyen que existe una mayor prevalencia de conductas de apego inseguro en muestras de niños adoptados respecto a no adoptados (Finney et al,. 2007; Van den Dries, Juffer, Van Ijzendoorn, y Bakermans-Kranenburg, 2009; Vorria, Papaligoura, Dunn, Van IJzendoorn, Steele, Kontopoulou y Sarafidou, 2003). No obstante respecto a este aspecto existe algo de controversia, ya que algunas investigaciones no encuentran diferencias significativas entre estilos de apego en niños adoptados y no adoptados (Juffer y Van Ijzendoorn, 2007; Storsbergen, Juffer, Van Son y Hart, 2010; Veríssimo y Salvaterra, 2006). Una posible interpretación de las diferencias entre estos resultados podría ser el hecho de que las investigaciones donde no existen diferencias entre niños no adoptados y adoptados, éstos fueran menores de un año. En tercer lugar, las investigaciones ponen de manifiesto que parece existir una relación entre desarrollo de apego seguro y la edad de adopción de niños institucionalizados. Así, los niños que han pasado más tiempo institucionalizados suelen mostrar conductas de inseguridad con los padres adoptivos (Dries et al 2009; O´Connor, Rutter y Beckett, 2000). En cuarto lugar, los estudios señalan que con frecuencia se da un apego inseguro y desorganizado en los niños adoptados, pudiendo presentarse como un apego desinhibido o sociabilidad indiscriminada, sobre todo en niños institucionalizados, cuando llegan al hogar adoptivo, o por el contrario como conductas muy retraídas y de aislamiento respecto a los demás. Por último, las investigaciones encaminadas a explorar los cambios que se producen en las conductas de apego tras la adopción, indican que existe una relación entre apego inseguro y desorganizado y el desarrollo de patologías posteriores en el niño. Me ha parecido interesante, a pesar de la cautela con la que leo siempre el DSM, la incorporación del Reactive Attachment Disorder dentro de Trauma- and Stressor-Related Disorders del DSM-5 y no dentro de otros trastornos infantiles, como aparecía en anteriores DSM. Es decir las dificultades en el desarrollo del apego por la vivencia temprana de un trauma. Bessel van der Kolk propuso par el DSM-5 unos criterios diagnósticos que finalmente parece que no han sido tenidos en cuenta, pero que desde mi punto de vista como psicóloga clínica describen muy acertadamente la problemática de adolescentes que han sufrido trauma en el apego, entendiendo como trauma; abuso físico, sexual y psíquico y abandono físico y psicoemocional. Por lo que sería importante dirigir la atención clínica a la vivencia traumática muchas veces anclada en la memoria arcaica de la persona. Quiero hacer un apunte en relación a la vivencia temprana de un trauma en niños que han sido abandonados y que han pasado sus primeros años en centros de acogida. Esta vivencia traumática no siempre está ligada a un maltrato o negligencia por parte de los cuidadores de los centros de acogida, mostrada en los medios de comunicación, por ejemplo las habitaciones de la muerte que nos mostraban de los orfanatos en China, y que como en muchas ocasiones el horror que se nos muestra y el desconocimiento nos hace posicionarnos en un todo, ya que otra opción sería renegar el horror que hemos visto. Entiendo la vivencia temprana de un trauma como el abandono en sí mismo, ya que éste abandono lleva escrito el no ser suficiente por el simple hecho de haber nacido, es decir, el simple hecho de ser. Recordemos que la primera señal de angustia del bebé es en el momento del nacimiento y esa angustia le será calmada por la contención de la madre, todas las vivencias posteriores serán una señal de esta angustia previamente vivida y el bebé buscará de esa contención, y cuando digo "contener" lo digo con todo el significado de la palabra: llevar dentro de sí a otra, reprimir o sujetar el movimiento o impulso de un cuerpo o una pasión (Real Academia Española, 2001, 22º ed.), es decir contener la vida, la existencia del bebé, todo lo que no sea contención será traumático y por consiguiente difícil el establecimiento del vínculo y posteriormente la autonomía, ya que para darse autonomía antes tuvo que haber vínculo. El resto de vida será una lucha por encontrar esa autonomía, y puede que esta búsqueda aparezca en forma de etiquetas de TDAH, Trastornos de conducta, TLP, pero quizá si los profesionales tenemos en cuenta esa experiencia traumática temprana podamos convertirnos en contenedores de esa angustia y facilitar el establecimiento del vínculo para que pueda construir su autonomía y su identidad. Os dejo esta pequeña muestra... María Mansilla Ayer viendo la película "Más que hermanos" de Ramón Costafreda, 2005, recordé la ponencia de Sullens, C y Deneen, J. en el VI Congreso Internacional de AFIN del 2012 sobre la Atracción Sexual Genética (GSA) y que en su momento tanto me sorprendió. GSA son las siglas que describen la aparición de una atracción sexual en familiares de 1º grado que han crecido separados y se reencuentran en la edad adulta. Esta atracción sexual cuando aparece, genera en las personas que lo sienten una confusión de emociones y un malestar intenso que les obliga a llevarlo en secreto. Este fenómeno parece ocurrir en algunos casos como consecuencia de la adopción, cuando se dan reencuentros entre familiares biológicos, pero, ¿de que está construida esta atracción sexual? “Más que hermanos” es una película inspirada en la historia real de los hermanos de Cambre, Una pareja gallega que se enamoraron y construyeron una familia sin saber que eran hermanos, y cuya situación contribuyó al reconocimiento legal de las parejas de hecho. Me parece un tema interesante y muy delicado ya que da lugar a hacer juicios éticos y de valor, juicios sobre lo que está bien o lo que está mal. Yo, que no me llevo nada bien con los juicios morales, me lleva preguntarme si como decía Freud, es la sociedad quien tiene que construir el tabú del incesto, o como decía Westermarck, cuando habló de la impronta sexual inversa, que es por este efecto psicológico por el que las personas que viven cerca durante los primeros años de sus vidas se vuelven insensibles a la atracción sexual entre sí. Aunque esta última teoría, a mi parecer, sería cuestionable cuando hacemos revisión de algunos famosos matrimonios entre parientes de 1º grado, como fueron el de Charles Darwin, Albert Einstein, H.G. Wells, Edgar Allan Poe, Jerry Lee Lewis, el ex primer ministro japonés Naoto, o Mario Vargas Llosa quien lo relata en su novela La tía Julia. En mi opinión el fenómeno GSA señala, que una familia, no es aquella vinculada genéticamente sino aquella que se vincula a través del afecto, de la protección y de los límites y aquella en la que se instaura la prohibición del incesto. ¿Es posible que dos hermanos biológicos, e incluso una hija hacia su padre, que no han crecido juntos, se sientan atraídos sexualmente? Posible es, ahora, creo que esa no es la dificultad, la dificultad es la moral establecida y esa a veces es más fuerte que la propia genética. Desde hace tiempo me encuentro con parejas de padres adoptivos, sobre todo madres, que sufren una serie de síntomas que afectan a su estado de ánimo, aparecen semanas después de la finalización del proceso de adopción y se puede mantener a lo largo del tiempo. Síntomas como: problemas de sueño, pérdida de apetito, tristeza sin saber porqué,... malestar, agitación psicomotriz, problemas de concentración y memoria, sentimientos de incapacidad, de rechazo y de culpa. Algunos de estos síntomas son similares a la depresión postparto. Estos sentimientos que les provocan un intenso malestar, en ocasiones intentan ser ocultados, ya que parecen no ser aceptados, produciendo un aumento de este malestar. Es importante hacer sentir a la madre que estos síntomas no tienen que ver con la capacidad de ser madre, sino que son sentimientos legítimos, que pueden aparecer después de un periodo de estrés, de ilusiones, de miedo, de euforia, etc. mientras se lleva a cabo el proceso de adopción, para pasar a un periodo de adaptación a la nueva estructura familiar, donde se tienen que ajustar las fantasías y los deseos previos con la realidad que a veces se muestra más difícil de lo que creíamos. María Referencia del artículo donde se acuña el término PADS Bond, J. (1995, Spring). Post-adoption depression syndrome. Roots and Wings Adoption Magazine |